En México, como en muchos otros países, gran parte de la población presenta deficiencia de ácidos grasos Omega-3. Esta situación se debe a varios factores relacionados con la alimentación moderna, y tiene consecuencias importantes para la salud celular y general.
¿Qué son los Omega-3?
Los Omega-3 son ácidos grasos esenciales, lo que significa que nuestro cuerpo no puede producirlos y debemos obtenerlos a través de la alimentación o suplementos. Los principales tipos son:
• EPA (ácido eicosapentaenoico)
• DHA (ácido docosahexaenoico)
• ALA (ácido alfa-linolénico)
EPA y DHA se encuentran principalmente en pescados de agua fría como el salmón, la sardina y la caballa. El ALA está presente en fuentes vegetales como las semillas de chía y linaza, pero su conversión a EPA y DHA en el cuerpo es limitada.
¿Por qué hay deficiencia en México?
1. Bajo consumo de pescado: De acuerdo con datos de la FAO, el consumo de pescado en México está por debajo del promedio mundial, especialmente de especies ricas en Omega-3.
2. Predominio de aceites vegetales ricos en Omega-6: La dieta mexicana incluye grandes cantidades de aceites como el de maíz, girasol y soya, que son ricos en Omega-6 y pueden competir con los Omega-3 por los mismos receptores celulares.
3. Dieta ultraprocesada: Muchos alimentos industrializados carecen de Omega-3, y en su lugar contienen grasas saturadas o trans.
4. Bajo acceso económico o cultural a suplementos o alimentos funcionales: Aunque existen suplementos de alta calidad, su uso aún no es común en la mayoría de la población.
¿Por qué son importantes a nivel celular?
Los Omega-3 forman parte fundamental de la estructura de las membranas celulares, especialmente en órganos como el cerebro, el corazón y los ojos. El DHA, por ejemplo, representa hasta el 97% de los ácidos grasos Omega-3 en el cerebro y el 93% en la retina [1].
Además, estos ácidos grasos:
• Mejoran la fluidez de la membrana celular.
• Favorecen la comunicación entre células.
• Modulan respuestas inflamatorias.
• Influyen en la expresión de genes que regulan el metabolismo y la inmunidad [2].
¿Qué pasa si consumimos demasiados Omega-6?
Los omegas 6, están presentes en: aceite de maíz, aceite de soya, aceite de girasol, aceite de cártamo, aceite de semilla de algodón, aceite de ajonjolí (sésamo). Estos aceites son muy usados para freír, cocinar y fabricar alimentos procesados.
También se encuentran en alimentos naturales como: Semillas y nueces (especialmente nuez, pistache, cacahuate) y en productos de origen animal (carne, huevo, lácteos) de animales alimentados con granos y algunos cereales integrales.
Como puedes ver en nuestra vida diaria consumimos mas omegas 6 que omegas 3.
¿Qué pasa si consumimos demasiados Omega-6?
Aunque los Omega-6 también son esenciales, el desequilibrio entre Omega-6 y Omega-3 puede fomentar la inflamación crónica, lo que se ha relacionado con enfermedades como:
• Enfermedades cardiovasculares.
• Diabetes tipo 2.
• Artritis reumatoide.
• Trastornos neurodegenerativos.[3]
Idealmente, la proporción de Omega-6 a Omega-3 debería estar entre 2:1 y 4:1, pero en la dieta occidental y mexicana puede llegar a ser de 20:1 o incluso más.
¿Qué podemos hacer?
• Incluir en nuestra dieta pescados grasos al menos 2 veces por semana.
• Elegir aceites ricos en Omega-3 como el de linaza o nuez.
• Reducir el consumo de alimentos ultraprocesados y aceites refinados.
• Considerar el uso de suplementos de Omega-3 de alta calidad, con certificaciones de pureza y concentración.
Médicos de EEUU, Australia, Bélgica, México y otros países prefieren la línea OmegaGenics EPA-DHA de omegas 3 de Metagenics que se distinguen por su pureza farmacéutica certificada, alta concentración de EPA y DHA, en formas altamente biodisponibles, sabor agradable, sin sabor a pescado, protegidos con antioxidantes para conservarlos frescos y puros, respaldados clínicamente por millones de pacientes que los han tomado, garantizando así su eficacia y seguridad.
Referencias:
1. Lauritzen, L., et al. (2001). The essentiality of long chain n-3 fatty acids in relation to development and function of the brain and retina. Progress in Lipid Research, 40(1-2), 1-94.
2. Calder, P.C. (2015). Marine omega-3 fatty acids and inflammatory processes: Effects, mechanisms and clinical relevance. Biochimica et Biophysica Acta, 1851(4), 469–484.
3. Simopoulos, A.P. (2002). The importance of the ratio of omega-6/omega-3 essential fatty acids. Biomedicine & Pharmacotherapy, 56(8), 365–379.